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ANNA FRANCISCA RODAS IGLESIAS




Poeta/ escritora colombiana. Radicada en Medellín, Antioquia desde el año 1993. Miembro de la Corporación MECA (Escritores y Artistas de Medellín) Escribe, apoya y procura diversas gestiones culturales en el medio literario. Colaboradora para HLC (Revista Horizonte Literario Contemporáneo), revista multicultural e independiente de edición Rumana que se edita en varios idiomas. Libros publicados: OBSIDIANNA Poemas (Medellín, Colombia, 2010); La soledad de las clepsidras (Poesía. Medellín, Colombia, 2014); Poemas para la muerte en vida (Medellín, Colombia, 2021)

Compiladora del libro: Genealogía de los susurros Poesía 82 voces (Gestión cultural que reúne en la edición a poetas de diversos puntos de Colombia y de otros países. Medellín, 2014) Antología Relata 2016, (edición auspiciada por el Ministerio de Cultura de la República de Colombia a la Red de Escritura RELATA); Como llama que se eleva, Antología de Mujeres Poetas del Caribe colombiano (Hernán Vargascarreño, antologador. 2017). Antología de Poesía Colombiana siglo XXI. Edición bilingüe: español/francés publicada esta obra en París por la Editorial L’ Oreille du Loup (2017). San Lorenzo: Territorio Literario (Grupo Editorial Sial Pigmaleón. Madrid, España. 2017). Antología Internacional Poetas en el Equinoccio, 2018 (Editorial Pinalgraf. Pereira). Antología del XII Encuentro Universal de Escritores “Vuelven los Comuneros, 2018” (Uniediciones, ComúnArte. 2018); Ixquic. Antología Internacional de poesía feminista (Editorial Verbum. Madrid, España); entre otras, además en importantes revistas del medio literario.


Poemas suyos han sido traducidos al italiano, inglés, al rumano y al francés.





1


Otra vez dibujo sobre los ríos sin nombre un pececito para tu reino, un ánfora en su vacío para guardar la soledad en el vientre oscuro.

Sospecho de todo, del paso y la cátedra ante su angustia vadeando el olvido

del temblor de la boca desnuda, del misterio ante los trazos de una mano fantasma en el desierto

doy cuenta del espanto de la lluvia cuando arrasa la semilla frente al lamento de una manada hambrienta y soy solo una extranjera, un vasto hemisferio donde se prolongan las interrogantes…


Con incertidumbre la prudencia nos convierte en otros


¿Quién velará los desencuentros mientras llegas al otro lado de la noche?


Hay que elegir entre la jaula y la soledad


El subterfugio va adosado a los espejos y ellos no perdonan el retorno hacia tu origen.


No caben, aquí, los caballos del apocalipsis, no cabe mayo con su luna quebrada, no queda rastro sobre la hierba presa del fuego; sólo volver al mundo donde media la sed bajo los puentes e impera la salvaje desnudez de la inocencia.


Hay tantas cosas inútiles aquí. Hay una paz devastada, una calle que absorbe su aullido entre silencios.


Los vencidos cruzan el deseo con la culpa del cadáver a cuestas por no saber olfatear señales.


Mi oficio, está claro, como el sueño que apenas te desnuda, agoniza y me devuelve a las sombras.




2


Envuelvo la memoria, indulgente, inalterable, para plasmar

el circuito del acertijo,

la escena del mañana,

el cadáver servido para la fiesta tras la fuente que hierve, a voluntad, frente al espejo.


Si bien, las calles son un trazado del engaño

para expandir el eco a quien distrae el camino del arrepentimiento,

me corresponde ajustar los ojos de Dios bajo el poniente.


Las voces del mundo viven en mi tiempo

se esconden como el letargo que nos funde al campo de hierba bajo

una noche en círculos de nieve.


Pauso el aliento

soy cielo al cardumen de peces vestidos de rojo que escapan

de un mar extinto, como ciertas palabras.


Hay un límite, la lengua saciada en las migajas de la ofrenda


y una voz que murmura:


NO camines a espaldas de tu asesino





3


Transfigura del acto el asombro del fuego

al derretir la perpetua nieve donde eleva la montaña

al paso del caminante, para besar sus cumbres.


Una vez fui de puntillas al perfil del poniente

donde asoman tus labios,

hallé la perdición de quien se encuentra

frente a otros que te habitan, primavera y vientos

sobre la grieta de un evangelio extinto

para crearlo todo,

de nuevo.


Será la forma donde expandes el círculo en marcas de agua

para luego esparcir la semilla dentro del sueño donde

interroga la geometría el peso del corazón elegido

para el sacrificio.


Son marca del hierro tus miradas


Hay pájaros que abren sus imponentes alas y salen

de tus ojos y se abrazan a los signos por los siglos

en la tierra, poblando, reproduciendo el lenguaje del madero

cuando crepita a los pies de quien deja huella.


El intruso habita al otro lado del instinto


Alguien habló del apocalipsis y la tierra abrió surcos

a tu paso.


Nadie saborea el fruto de la vid sin adulterar su vientre

de pulpa madura hasta los huesos.


Has de invertir la memoria hasta el obstinado sonido

donde se prescinde de otra hora sin concesiones, porque nada nos pertenece,

lo sabe el río que calma la sed de las piedras

y el canto que se guarda;

lo sabes tú y lo sé

bajo el recóndito cristal roto del mar acuchillado.


Se nos enseña a leer el cielo para orientar el paso bajo las estrellas,

pero, esta noche, es tuya …

y me contiene




4


Si te dijera que frente a mí hoy despuntó una ciudad en desamparo ante el alba, que mi árbol cambió de nombre, que ya la poesía no me defiende de la vida y que la rama del ahorcado mece su victoria frente al fuego. Si te dijera, que ha caído un pueblo y que un río ha muerto de sed a espaldas del campanario y que el tiempo se traga los puentes donde fingíamos escalera al cielo en tiempos de inocencia... Si te dijera todo lo que no dije cuando el lenguaje se hizo poco y los escorpiones del desierto señalaron al mundo... pero la casa hoy calla, cierra sus puertas como el párpado frente a la estación de los antiguos y depone el corazón. Quería esta noche entonar una canción para ti y nos resistimos mientras cientos de hormigas se alzan al mundo. El pacto transgrede nuestra sed. Hemos anunciado el mañana, pero no basta mi lengua, aguardo una estación propicia entre dos inviernos y no basta mi lengua, y sé que las flores, todas, morirán no sin antes servir de ornamento para la ceguera.


Hay que entrar al silencio en silencio y nunca, nunca te lo dije.



5


Ancla la tarde su puesta, segura, de quien lleva el sol en su centro.


Estremecida, hago del río un espejo para beber la sed

de quien se anuncia bajo las raíces.

Nada escapa donde la precisión del vocablo conmina, acompasado, los sueños donde veo detenerse trenes mientras estallan frutos en su boca.


La noche es un asalto de alucinaciones


Hay cuerpos que son mi cuerpo y penden del sonido que les sostiene


Vi en ti la sombra desnuda de tu cuerpo deslizarse frente al mío y volvías con marcas de sentencias azules contenidas para pintarme el cielo.


La verdad es un animal sagrado que nos extiende los brazos para invertir la inocencia.

Decido la noche como símbolo de resistencia mientras olfateo tus labios y la eternidad gira como ronda suicida, como cierta plegaria de ruego ante lo obseso que estalla y nos humilla.


¿Me esperarás por siglos? ¿Me esperarás?


Ven conmigo al mar...

Hay luz al traspasar las tinieblas y el corazón no calla.




6


Mi tiempo es un rompecabezas de invisibles símbolos

Abro la puerta y tengo la edad del mítico barquero que transa los domingos

por una porción de tierra firme a cambio de monedas

Y soy tu mirada, Etianne, aunque sea noche y otras hayan dicho

de los siglos guardianes de tus ojos

Es febrero, febrero es un mes donde anidan los presagios

y es en febrero cuando saltan los peces en la boca para regalarnos secretos

bajo los pliegues desnudos.


Aquí me tienes, Etianne,

nube frente al abismo donde guardas el silencio,

beso en tinta roja mientras escribo e ignoras el tiempo y su redada invisible

tras los bastidores donde nadie te ha visto.

Palabra al interior del signo de quienes no saben del jardín

y la flor única nacida de tu sangre.


Guardo el punto de nieve para devastar otra insomne caricia


El temblor de la hoja estalla ante nosotros

sabemos que nada nos pertenece, pero la noche es un regalo que guardo para ti,

y las estrellas y todo lo que me llevaré sin decirte.

El instante será otra respuesta alrededor del escenario.

Nuestras manos… la guitarra,

el lienzo, la canción enceguecida del deseo

viéndonos, crucificados y desnudos bajo el árbol de las estadísticas.


Aquí me tienes, Etianne,

el corazón en llamas sobre una tierra

que no nos pertenece…




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