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JULIÁN ANTONIO GÓMEZ GARZÓN


(Madrid, Cundinamarca, Colombia. Noviembre 2 de 1978)


Coach profesional. Certificado internacionalmente en coaching y liderazgo. Diseñador gráfico de la Universidad Nacional de Colombia. Bilingüe certificado. Participante en tertulias y encuentros nacionales e internacionales de poesía en Argentina, México, Ecuador y Colombia.


Participación en encuentros:


· Primer encuentro Internacional de escritores El Volcán. San Luis, Argentina. Noviembre de 2016.

· Sexto Festival Internacional de Poesía Ignacio Rodríguez Galván. Tizayuca, Hidalgo – México. Marzo de 2016.

· Primer y Segundo Encuentro Internacional de Escritores, Facatativá – Colombia, noviembre 2012 y 2013.

· Segundo Encuentro Internacional de Escritores Poesía del Mar, Tras la Huellas de Horacio Hidrovo Peñaherrera. Manabí – Ecuador, septiembre de 2012.

· XXI Encuentro Nacional de Escritores en Nocaima – Colombia, abril de 2013

· IX Encuentro Departamental de Escritores en Chaguaní – Colombia, mayo de 2013.

· X Encuentro Nacional de Escritores en Chaguaní – Colombia, mayo de 2014.


Publicaciones:


· Una voz dibuja signos en la niebla. Legis Editores, Bogotá, Colombia, 2016.

· Antología de Poetas Facatativeños, editada por la Alcaldía de Facatativá en 2005.

Creador y administrador del blog poético http://cincomilsilencios.blogspot.com, y del blog http://ideasypercepciones.blogspot.com y redactor de artículos para varios sitios web.



VÁNDALOS


Andan por ahí

unos a quiénes llaman vándalos.

Creo conocerlos

y a veces hasta me parece ser uno de ellos,

se visten con banderas y consignas ardientes,

van armados de arte y conciencia,

cocinan ideas en las calles,

remiendan dignidades rotas

e intentan detener la rueda de la historia

para que no les pase por encima.


Fabrican escudos

con el metal de viejas guerras,

y reciclan los elementos

para evitar que el olvido sea la tinta

con que se escriben las nuevas leyes.

Han hecho de la barricada su casa,

su teatro y su universidad,

prefieren quedarse afuera

para que la ignorancia no les muerda

el juicio con el aullido de las noticias.


Muchos no saben

quiénes son en realidad,

y por eso les ponen apodos convenientes.

Pero ellos pagan el precio

a cambio del pan y la escuela,

aunque prefieren ser llamados:

estudiantes, aborígenes, madres, obreros,

ciudadanos despiertos

o en últimas… ¡parias!


Voy a la marcha para recordar

lo que florece en sus gritos de resistencia

y al caminar recuerdo mis pasos,

mi mochila, mis libros rojos,

mi propio clamor

de tiempos en los que

mi vida se hacía en la primera línea.


Andan por las calles

unos a quienes llaman vándalos

son el alter ego de los guerreros

que no sucumbieron

ante la masacre de sus derechos.


Eso vándalos

van por ahí recordándome

el amor, las canciones,

el vino, las arengas, las viejas tertulias,

pero sobre todo, sobre todo

la maltrecha, la siempre malograda,

la eternamente sagrada… ¡LIBERTAD!


TE DEBO UN SUSPIRO


Los suspiros

son la vida que late en un rincón de nosotros,

el aliento del amor que muere por vivirnos.

Estallan como partículas de luz,

invaden el aire

como emanaciones de energía cósmica.


Los suspiros,

al igual que las horas,

se pierden en un viaje sin retorno

al fondo de la vida,

de sus abismos y sus laberintos,

volver a ellos es como desandar el tiempo

para entender el mecanismo

que mueve la existencia.


Suspirar es abrazar el amor

para que no deje de sostenernos,

es retomar el impulso para volver a elevarnos

y viajar en un soplo de montañas púrpuras

y cielos verdes.


Suspirar por pasión,

por serenidad, por cansancio,

por euforia, por ausencia…

Suspirar por si acaso,

para atrapar libélulas de colores

y llenarnos de luz

mientras habitamos el instante.


Te debo un suspiro,

o tal vez muchos…

Uno en forma de poema,

de paisaje, de ave viajera,

de música lenta,

de café con chimenea y libros.


Te debo un poema,

o tal vez una bitácora entera.

Te debo todo aquello

que este delirio haga posible.


Los suspiros

serán apenas una excusa

para las palabras y los silencios

en los que se reúne

nuestro deseo de vivir.




HOJAS MUERTAS


Caminar bajo la lluvia,

llover bajo el camino,

temblar con el sonido de un diluvio

al anochecer,

revivir el sonido de las hojas secas

bajo los pies

y las horas en que la vida

reverdece.


Hay tantas páginas

escritas en las hojas del otoño,

tanto tiempo encapsulado

en el color de la madera antigua,

tantas vidas por vivirse

en la promesa de un café

junto a una ventana de invierno.


A veces parece que morimos,

pero no hacemos más que cambiar.

La vida da vueltas

alrededor de nuestro cuerpo inerme,

como las estaciones marcan

la piel de los calendarios.


Somos lo que se va

y a veces también lo que queda

en un suspiro, en un poema,

en una voz que nos susurra

como llovizna de abril.


Otoño, invierno, primavera...

un pequeño verano

en el que nos queremos

quedar a vivir

y otra vez el invierno

sin el que la vida no puede existir.


Somos cómplices,

somos escape,

somos fuego en la chimenea

de los buenos tiempos,

somos el deseo de que la poesía

nunca termine y que las palabras

no nos dejen caer.


Somos el tiempo que se deshace

y el que vuelve a existir.


Somos hojas que crujen

mientras el viento nos besa

el rostro y las aves

nos dan de beber sus canciones

al amanecer.




PINCEL DE LUZ


Una lluvia de palabras

escribió tu historia

en una calle vacía de mi tiempo.


Llegabas despacio, contando minutos,

mientras yo contaba las letras

que me separaban de ti.


¿Cómo simular que no ocupabas

un sitio en la mirada que apenas podía retenerte?


Yo traía un recuerdo atado a los ojos,

la voz de un trueno lejano,

traía un cansancio antiguo

galopando sobre mi espalda.


Traía poesía

para curarme algunas heridas

y terminar de abrir otras.


Hoy sólo puedo hablarte,

pero ya no puedo escribir poemas de amor,

el presente no cree en ellos

y la soledad no los necesita.


No hay certezas

en el silencio pálido de tu sonrisa,

sólo signos

que ya no me esfuerzo por descifrar.


Ya no puedo contigo y tus viejos enigmas…

Tú y tu poder para recordarme la nada.


Ya no usaré la pluma

que te escribió tantas plegarias,

ahora sólo quiero usar un pincel de luz

para trazar el mapa de mi propio universo.



ALEPO


Una calle de tumbas,

esconde la piel de una ciudad milenaria,

la desgracia llueve a gritos,

el terror inventa deidades

a quienes les complace la muerte.


Ruinas de tiempo

aúllan en las noticias

de cada mañana,

polvo y sangre retorcida,

niños que no vieron el mediodía

de la infancia,

miserias rodando

en forma de seres humanos.


Hay una ciudad

que muere a cada respiro,

se derrumba en el abismo

de su propia historia,

su tiempo se cuenta en balas

y cuerpos caídos,

muere de geografía,

de petróleo, de poder.


Hay un desierto de ríos rojos,

una cordillera de rocas partidas

bajo las que duerme el pánico,

un mar de ceniza

que un día fue un oasis de cristal.

A veces la guerra

le llamó Sarajevo,

Guernica, Hiroshima, Bagdad…


El odio le llamará

como le dé la gana,

las manos negras

inventarán sus fronteras,

le clavarán banderas oscuras

y cráneos en fila como trincheras,

jugarán a la estrategia

con sus muertos

sobre un tablero de ajedrez.



Hay una tierra de sombras

donde la historia

oye sin parar el mismo lamento,

donde el fuego y el vacío

recuerdan que no hay cura

para la estupidez

que le crece a los hombres

en las cloacas del alma.




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