la hija de Hilda Chacón.
Nací en la Habana, 1963. Graduada de Pedagogía, especialidad inglesa. Poeta, ensayista y dramaturga. Miembro del comité organizador del festival de poesía de la Habana.
He publicado; poesía: Una muchacha es siempre un privilegio, la Habana, 2010; Y mi verso, voluntad, México, 2016; Leyendas, poemas para que lo entienda mi madre, la Habana, 2013 y Con el permiso de la vergüenza, Quitó, 2020.
Ensayos; Pelos, Afrocubanas, la Habana, 2010; Alzar la voz, rap y discurso femenino, la Habana 2011, Colombia, 2012, Jamaica, 2009.
Premio, Memoria 2006, del centro Pablo de la Torriente Brau.
LA ABUELA DE MI ABUELA…
La abuela de mi abuela llegó untada con saliva de látigo. Hizo del trópico su hombre, le dio hijos. Debajo de una enorme ceiba, aquí árbol sagrado; regó sus bastardos para que limpios fuesen como lo haría su madre allá; en memoria de praderas.
A veces no sabía si el llanto nacía allá o aquí ni por cuál vena tronaba el cantar frente al castigo.
A veces no sé por cuál llega a mí su oración Ni el lugar donde la encuentro cerca.
La abuela de mi abuela, se unió a la tierra en la que copuló a cada uno de sus bastardos en diciembre de mil novecientos quince.
Mamá Francisca; siete sayas y ninguna mayoral. Ma’ Francisca; siete rayos a la espalda del negro que te vendió. Ma’ Francisca; siete los vientos donde volaron mariposas en la versión de tu muerte.
Los nietos de tus nietos creemos en las marcas que dejaste a la cara de la tierra muerte de tus bastardos oración para expulsar el mal de látigo.
Los nietos de tus nietos estamos en deuda; Aquí y allá… Ceiba, memoria, oración, cicatriz, ¡tierra! Madre Tierra.
EL BESO DE LA PATRIA
Aprendí que una niña mala debía amanerarse en sentido contrario a las manecillas del reloj. Y que el cuerpo de los otros era para juzgar y ser juzgado en nombre del reposo y las buenas conciencias.
Aprendí que la mañana es azul, la muerte oscura y mi estómago grieta.
¡Adiós soledad!
Las niñas malas encuentran compañía en la última fila. donde las niñas huérfanas. Junto a las pelotas de trapo o corriendo por las espinas con las manos vueltas al sol.
¡Adiós soledad!
Las niñas negras aprendimos a ser niñas malas allá en la última fila donde nos sentaron viejos principios. A pesar de todo, las niñas malas aprendieron a vivir ocultando su paso por la última fila.
Las niñas negras nunca aprenderemos a arrancarnos la piel de las mejillas…
Nadie nos besó.
ESQUIFE
Había una vez un barquito chiquitico Que no podía navegar…
Pasaron una, dos, tres, semanas. Llamaron; Alejandro el de Nelsa, Almagüer el de Emiliana Bombillo el del veintitrés…
El mío, usurero del quimbe y cuarta, vengador de lagartijas,… nunca llamó.
Pasaron; cuatro, cinco, seis, siete años.
Ahora sé. Bombillo el del veintitrés me contó cómo Alejandro el de Elsa y Almagüer el de Emiliana lo lanzaron al mar para entretener a los tiburones.
Y como esta historia me parece, cruel, angustiosa, terrible… No volveré a contarla jamás.
BAJANDO
Las pocas veces que a mi padre le subía el macho de Guinea al rostro o a la palabra Hilda le cantaba casi con dulzura: Mi madre está en el río Mi fuerza está en el mar Yo vengo del arroyo Y agua pa´ refrescar.
Cuando Margot, la vecina del trescientos dieciséis, interior, la veía bajar con su cordillera de hijos, abría de par en par su angustia. Mi madre entonaba su voz: ¡Ay!, comay, basta con eso… Y raspa la cazuela con nengón. Que ya el maíz está rallado. Ven…, vamo a hacer un serencé.
Mas, cuando Lolina, la señora del trescientos quince, bajos, hecha de sombras y contén entorpecía su paso Hilda, mi madre, tronaba por encima de ríos, lagos, afluentes y cañadas… Su voz tornávase ronca, tenaz: Si tú tienes lo tuyo, yo tengo lo mío.
Si tú tienes lo tuyo, lo tuyo, lo tuyo… Yo tengo lo mío.
Ahora que Olofi la llamó reconozco su herencia: Respeto lo tuyo. Respeta lo mío… Yo respeto lo tuyo, lo tuyo, lo tuyo… Respeta lo mío.
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