(Talcahuano, Chile, 1969). Trabajador Social, Poeta y Gestor Cultural.
Entre los años 1990 y 1991, integra el Centro de Escritores “Entropía Nocturna de Talcahuano” y Publica en las Antologías “Ojos de Luna” y “Alto Horno”, Ediciones Letra Nueva, Concepción. En 1991 publica “Naufragios” y “Noche Adentro”, en la misma editorial.
Desde el año 1987, es integrante y colaborador del Taller Literario “Mano de Obra” del “Taller de Análisis Sindical y Social” de la ciudad de Concepción.
Entre los años 2007 a 2009, Produce y Coordina los Encuentros Nacionales de Escritores “Orillando el Bío Bío desde la Comuna de Hualpén”.
En el año 2012 en Santiago, crea junto a otros escritores el colectivo “Mal de Ojo” surgido en las reuniones y encuentros del Colectivo Mapocho.
Junto a Sandra Marisol Mendoza, produce entre los años 2012 y 2013, el ciclo de Encuentros “de Huérfanos con Esperanza”.
Durante los años 2018 y 2019 ha participado en encuentros y realizado talleres de literatura y acción comunitaria además de presentaciones de sus libros, en diversas localidades de Argentina, Colombia, México y Perú.
LOS ASTROS ERRANTES
LOS ASTROS ERRANTES
Hemos ido envejeciendo a mil por hora
Desgastándonos en este oficio inútil
Obsesionados en intentar comprender
la razón del brillo de ciertos astros errantes
sin que haya estruendo
o fenómeno alguno de crisis
que nos saque de encima este delirium tremens.
Mirando por las noches
desde siempre a las ALTURAS
para encontrar respuesta al sentido
de la iluminación y oscuridad que impacta
explosiona y agudiza el asombro
dada la fragilidad y pequeñez de nuestras vidas.
Polvo de estrellas remotas dicen que somos.
Temperamento Colérico y Melancólico
de planetas perdidos en lo inmensurable de los cielos
dicen que somos.
Intensidad de viento y tempestad que todo lo estremece.
Aliento y fumarolas de volcanes dormidos,
que más temprano que tarde
ha de irrumpir y dar lugar a su erupción.
Dicen
que somos.
Las estrellas del universo
continúan allí en su mismo sitio, en las alturas suspendidas
por sobre nuestras posibilidades de acercamiento alguno.
Pero el ser humano,
sumido por los designios de la esfera celeste y sus supersticiones.
Desde Eratóstenes, Aristarco de Samos,
Omar Khayyam y Nicolás Copérnico entre otros; continúa en la cacería
salvaje y recolección de sus semillas, mientras ellas, allí están,
con su parpadeo desfalleciente,
orientándonos en la medida de lo posible
y gastando su larga infancia y juventud en jugar a las escondidas por el día
y embriagadas por las noches mientras
danzan para despertar nuestros sentidos.
Algunas temerosas de ser descubiertas
aún permanecen ocultas, fruto de su desconfianza
en los planes de conquista estelar y otros males
alojados sobre esta tierra firme y dura.
Porque ha sido difícil para ellas sobrellevar
tal presión interna,
tal temperatura,
tal energía de adentro hacia afuera
tal combustión y gravedad de historia.
Y pese a los estudios de astrofísicos y mecánicos celestes,
no sabemos si sabrán de miopía,
dolor de huesos al moverse
de envejecimiento, angustias
o extravíos de memoria.
Y si es que sufren de pérdida de velocidad e infartos,
al igual que nosotros que hemos ido saliéndonos del camino
(Si es que alguna vez hubo camino
y si es que tuvimos en mente algún atisbo y entereza de avanzar)
Próximos a dejar el equipaje olvidado en el trayecto que va
del espacio de regreso a tener que mudar de piel.
Entonces ellas, con nostalgia indescriptible
nos miran y alumbran como luciérnagas flotando extasiadas
en la inmensidad.
EL PARTO
Plasmo estás palabras como un otro nacimiento capaz de acontecer
y alumbrar quizás a aquel que todavía no aparece,
pero que más temprano que tarde ha de llegar.
Misma oscura hora en que afuera llueve
como antes, a la antigua,
cuando la tierra absorbía toda aquella furia de aguas descontroladas
e inmisericordes al caer,
con la violencia de la infancia aquella
sobre los techos pobres cuando nos abrazábamos
para aminorar el riesgo y el temor a desaparecer.
Un tiempo de climas demasiado mortíferos y plúmbeos
que nadie quiere hoy en día recordar.
La beligerancia de unos signos de odio y exterminio que persiguen
desde el pasado al presente
y se proyectan a un futuro que quizás,
quizás,
quizás...
Es invierno de 1969 y hace fríooooo mientras
los ríos se desbordan y las autoridades aconsejan el cierre de los puertos
y amarrar firme las embarcaciones para que no haya más pérdidas
ni desgracias que lamentar.
Llueve
Llueve
Llueve...
Y no sabemos ni nunca entenderemos
la razón de todo este ritual de aguas y desbordes.
Así como tampoco podremos ser capaces de imaginar explicación
ante los efectos de este otro gran diluvio que, dios quiera algún día pare
- si es que algún dios recobra la conciencia de existir y osa venir
a estas poblaciones carentes de paraguas,
pararrayos e impermeables –
Y sea permitido volver a reconstruir la civilización,
cuando descendamos de la Barca junto a todos los animales
que con nuestras pocas fuerzas y paciencia alcancemos a recolectar.
Esperemos que algún día esta sempiterna lluvia pare
Y así, aunque sea embarrados hasta el cuello y la memoria,
nos sea posible salir, emerger, resurgir con las raíces presionando firmes
hacia abajo
y con nuestras hojas y ramas apuntando al sol.
LO IMPOSIBLE
Decías
Que no podríamos llegar
al final del viaje impredecible.
Que por más esfuerzo y sacrificio.
Aferrados a esta ceguitud total
No podríamos alcanzar el objetivo
Atravesar los mares
y enfrentar la tempestad
sin que haya ahogo.
Que no seriamos capaz de soportar el peso
de esta afiebrada testa
luego de surcar isla tras isla
imposibles de descifrar lo oculto
en este desesperado intento por asir lo inabarcable.
Y tener que soportar la obstinación de los falsearios que vienen
con sus desatadas huestes a derrumbarlo todo.
Por inútil que este absurdo acto nos parezca.
Persistimos en esta avivación del fuego
extinto hace muchos inviernos.
Condenados al frío y a la oscuridad.
Decías.
Que no podríamos llegar a puerto ni remanso alguno.
Que las naves perderían su sentido de orientación
y por más tenacidad que pusiéramos en mantenernos firmes,
igual sucumbiríamos.
A tal grado que ni las Sirenas belicosas
ni los lestrigones sentirían atracción
para ensañarse a nuestro paso.
¿Y qué mayor desamparo puede haber
que la ausencia de mitos y de azares
y que hasta las Furias se rehúsen a sobrevolar
nuestro nublado cielo?
Decías,
que por más oxígeno que contuviéramos en nuestros pulmones,
y, por más que calculáramos el peso y la velocidad en caída libre
de nuestra masa específica.
Igualmente, no podríamos alivianar el impacto
al caer de lleno en estas lindes.
Decías que debíamos haberlo pensado
mucho antes de embarcarnos contra las tempestades.
Y haber contado hasta 33 veces
antes de dar tal paso ciego al frente.
Ahora, descalzo y sin armaduras, ni amuletos
vagamos…
Vagamos
temerosos de volver la vista como Orfeo
Imposibilitados
de detener la marcha y el adentramiento
a tantos sitios raros de ultramar.
EL MILAGRO
Lo que pende del milagro.
La reinvención de todo cuanto existe.
El asombro en las pupilas relucientes de un niño que
descubre la belleza de volar.
El anuncio del camino para subir la cuesta
con las piernas precisas para sostener el cuerpo
con la sombra a ratos hecha trizas
después de una vida entera
de transmigración.
Las luces.
Los ojos.
Los sentidos.
Como anuncios oscuros
enfrentados al reto imposible de sobrellevar
la pobreza de nuestra condición.
O como luciérnagas en el bosque de la infancia aquella,
que, por acelerados sin remedio, hemos ido dejando atrás.
La magia
El fruto del impacto hondo en las alturas vertiginosas
de todo lo que sólo en sueños nos es revelado
para reconocernos capaces de mirar dentro de las tinieblas.
La necesidad y dicha de estar aquí parados,
sosteniendo el efecto de las turbulencias en las manos
y con el desamparo de los condenados a inmolarse
dado los designios de algún airado dios.
La calidez del beso y del abrazo
en un poema inmarcesible.
Chispas, aunque esté nublado,
capaces
de hacer salir el sol...
EL DESASOSIEGO
Pues de tanto andar extraviado hasta de mi sombra.
Indócil y ansioso de encontrar luciérnagas extintas.
Peces, panes y refugios después de tanto tiempo
de inanición.
Salí
sin brújula ni mapas que orientaran
como un errabundo niño adentrándose en la oscuridad.
Y después de muchos lustros,
allí en la estación de tren que me llevó a Langueri 3135 de
Santos Lugares
me encontré tendido en un camastro de fierro
que más profundamente me desorientó.
Y al igual que había sucedido tiempo atrás:
Anduve perdido en mitad de la noche,
como un desprendido de su órgano visual.
Otra vez, inmerso y sin señaléticas.
Expuesto a la intemperie de viajes por poblados,
desiertos y praderas
aferrado al salvavidas de unos escritos sin sentido
ni alguna utilidad.
Finalmente,
y después de varios años de insomnio y búsqueda infructuosa,
me encontraron con la vista perdida y la cabeza fracturada
en el hospital el Borda
acompañado de Marisa Wagner y Alfredo Moffatt.
Desnudo y sin papeles
preguntando por seres que ya nadie busca
y que en un tiempo próximo
no se recordarán.
Pues
de tanto ir y venir caminando, sin rumbo
y corriendo a toda prisa el peligro de caer.
Afectado
de un extraño tipo de demencia y desmemoria.
Desasosegado como una tromba interna
con características extrañas
que no hay curandero alguno que pueda describir
y mucho menos… aún... tratar…
A JUAN GELMAN
Me adentro en la noche
y abrazo tus vertientes y tus ríos.
Sueños que por más que resistamos,
en el momento menos esperado
dejaremos partir.
Pero antes que lo aciago venza.
Antes que cerro abajo vuelva a rodar la piedra;
y Sísifo, que ya está flaco y desgarbado de tanto roquerio encima,
tenga que maldecir su hado.
Antes que los anteojos con los que hemos aprendido
a mirar a fondo el alma y el vacío
se hagan trizas al caer en medio del tumulto.
Antes que Ignacio deje de respirar sobre la espalda de su padre
y se hayan ido todos con sus perros
lejos de Tonaya hacia zonas mucho menos escarpadas.
Antes,
Mucho, mucho antes...
¡Apurémonos antes que la oscuridad
sea completa Juan!
Apurémonos
en meter adentro nuestro toda tu poesía,
por si lo soportamos, aunque sea a rastras
y sólo un poco de fuego permanezca alimentando
en los chonchones la esperanza de clarear.
Apurémonos.
Apurémonos mirando bien el camino que nos lleva.
Apurémonos.
Apurémonos
Aún a riesgo de trastabillar.
Apurémonos…
AL AMANECER
A veces vemos cómo alguien viene flameando pañuelos en señal de despedida
o quizás, viene aprisa y exultante a saludarnos.
Y vemos cómo a veces damos en el clavo
y otras, que son las más, cómo que le erramos al verso.
Incapaces de seguir manteniendo la vista fija
y el pulso firme sobre la línea de flotación de la escritura.
Tanta Obra viva y Obra muerta sumergida
o lanzada al aire, sorteando las mareas furiosas,
con la carga al límite de lo posible de sostener
en el curso de esta navegación
sin claridad de donde habremos de empezar o concluir.
Tanto demencial adentramiento y tanta
suportación de nubosidad
que en el transcurso nos moja sin piedad.
Tanta luz y tanta oscuridad
y esta sensación de estar amarrados a este viaje junto a las estrellas
y los pájaros que no cesan de emigrar.
Tanta intensidad en mente
desde el tiempo infinito que transcurre
desde la noche densa hasta el
AMANECER.
NUESTRA INCALCULABLE DENSIDAD
Busco en la infinitud del mundo
unas palabras.
Unos simples signos
arrebatados al lenguaje.
Unos pequeños destellos
para comprender la dimensión de todo
cuanto abismo y cielo permanece oculto en nuestra oscuridad.
Desvelado y Deshecho
Busco lo que quizás todavía
permanezca guardado bajo siete llaves,
y sólo pueda ser descubierto por algún futuro vate,
a riesgo de quedar pegado
como tatuaje indeleble en la piel.
Grito un anuncio imposible de ser reconocido o descifrado.
Una especie de alarido propio de algún
extraño animal salvaje que agudiza sus sentidos en la noche
y en el día se vuelve completamente ciego,
sordo y sin poder de habla.
Animal exhalando fuego en la convulsa oscuridad.
Animal expuesto ante el trepidante caos
de los condenados a existir.
Animal intentando decodificar la escritura del universo.
Animal contrariando las leyes de orden y seguridad impuestas en la bruma
de las tantas desconfianzas y límites,
en este mar de dudas que es el pan de cada día
que imposibilita salir del pantano en el que vemos hundirse a toda velocidad
como en el cine de terror, nuestros flagelados cuerpos
por más que aletiemos para cambiar la suerte a la que hemos sido echados.
Grito estas palabras,
esta manía de intentar atrapar precariedades,
mientras veo cómo a lo lejos alguien viene a buscar razones
o a esgrimir argumentos sobre el origen del sempiterno vacío
de dónde venimos y hacia donde impávidos nos hemos de adentrar
al momento del rito del ahogamiento
y la sumersión.
LO DISTANTE
Más que el acto de escritura
el ejercicio pleno de pensar a viva voz.
El despliegue de los sentidos
y el disentimiento como actitud hilarante
a flor de piel.
Contener el aire hasta la asfixia
con toda la hermenéutica y los sentidos
a punto de estallar
ante aquellas honduras en las que somos
y seremos por siempre
animales arrojados al paraíso terrenal
revolcándonos en señal de alegría
y libertad.
Asomarnos con cuidado, sin prisa
ni desesperación.
Confiados en el Re hallazgo de un espacio,
un pequeño territorio en un preciso instante,
lejos de casa en donde no haya espacio ni lugar
para más desolación.
LO QUE SOMOS
Somos el mal producto de una historia
en manos de un pésimo diseñador,
con nula altura
y más encima
carentes de vuelo.
La defectuosa implementación
de un paradigma errado.
La imperfecta mano de obra
en una faena sin contrato,
con total ausencia de seguridad social.
La mala confección y corte
en un mundo decolorado,
con raro diseño y costura,
con sus hilos cortados pese al
menor esfuerzo.
La errónea tarea de un apócrifo
sastre de dios
que por pocas monedas
ha vendido su alma
a demonios de la peor calaña.
El deshilachamiento desmedido
de un atuendo de mala calidad y pésimo gusto.
El traje arruinado antes
de su primera postura y ejercicio de pruebas.
La vestimenta nada de transparente
que intenta, a como dé lugar,
encubrir las cicatrices habidas y por haber
en la piel.
La falsa tela que al primer lavado
destiñe y destiñe
hasta perder del todo su color.
El mal estudio del género.
La ortografía errada e imprecisa.
El ropaje ajeno hurtado al primer pestañeo.
La rasgadura del paño en la afrenta de choros,
con armas hechizas en una calle oscura como si el maleficio
nunca fuera a detener su efecto en el anverso
y reverso de la multitud.
La vestidura con ropas raídas y maltrechas.
El hábito imposible de contener las culpas
del usuario, como marejadas golpeando en las rocas
sin clemencia.
La huincha en deplorable estado
con sus números gastados.
El metro ausente de centímetros y viajeros.
La infinita distancia, pese a que
sólo veamos alejarse más y más
el tiempo.
La mala hechura.
El desgaste del material.
El cansancio
y el precipicio SOMOS...
LA MELANCOLÍA
Cómo es natural que siempre sea.
Todos teníamos una herida que nos
Inquietaba, y hacia, a veces, sollozar.
Una herida propia de los héroes caídos
que ocasiona un sangramiento en el costado
en la cabeza y en el pie.
La melancolía se nos presentaba a la manera de una barca frágil
donde cada cual era un pasajero temeroso
en medio de un furibundo océano.
Volvíamos la vista atrás
a sabiendas que no habría orillas
ni tierras adónde, pese a ingentes sacrificios, poder llegar.
Recorriendo el mundo y calles peligrosas
con sus luces apagadas.
Con estrellas demasiado distanciadas al común de los mortales.
Con puros peces airados del tamaño de ballenas con la voracidad de las pirañas.
Y un ruido de pájaros vencidos por la desesperación;
queriendo anunciar algo que habría de suceder
antes del momento de clarear.
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