Nació en Roldanillo Valle. Licenciado en Español y Comunicación Audiovisual de la Universidad Tecnológica de Pereira. Educador hace 29 años dedicado a la investigación educativa. Ganador del Concurso Departamental de Poesía: Sindicato de Educadores de Risaralda en 2000 y 2013. Ha publicado los libros “Hoguera en Eclipsiris” en coautoría con Luis Enrique Tabares (1999); “Éxtasis Poesía al desamor” (2003). Y el Libro–Arte: “Enfisemas. Poemas para sobrevivir despacio”. Edición exclusiva para Estados Unidos en 2013. Coautor del libro de cuentos “Sueños Móviles” publicado por el Ministerio de Cultura y La Compañía Creativa “Trazasueños”; y en 2017 el poemario “No hubo tiempo para la inmortalidad” Colección Poetas Colombianos Siglo XXI Editorial “CazadeLibros”. En 2019 la misma editorial publica “AULA12, Reflexiones sobre la investigación en el aula”. Ha sido invitado a diversos encuentros literarios en el país e incluido en varias antologías poéticas. Recibió el reconocimiento del Instituto de Cultura de Pereira por sus aportes literarios a la ciudad en 2009 y del Ministerio de Educación Nacional en 2015 por su proyecto “AULA12. Una escuela feliz para la Paz y la Libertad”. Desde 2015 a la fecha, ha recibido diversos reconocimientos de la Secretaría de Educación Municipal por sus aportes a la educación y a la cultura pereirana.
PASAJERO DE SÍ MISMO
Y llegarás a conocer el mundo
pálido y borroso como lo dibujó tu padre,
los días se quemarán a la sombra de los árboles
y se anegará de silencios
la sonrisa de los columpios en ruinas.
Cada quien deambulará su propia nostalgia
en las avenidas del odio.
El tiempo será vértigo y náusea,
y valdrá un centavo
saber que existes,
que aún escuchas a los Beatles,
o que copulas juiciosamente
cada martes.
La salvación será una semilla estéril
para sembrarla en las cavidades del sacrificio.
Tu abuelo te lo confesó aquella tarde
cuando te heredó un libro.
(Tu primer viaje,
el único,
hacia el paraíso)
Ahora te despides
desde el jardín del exilio
y vuelves la espalda para marcharte
sin ver florecer los remordimientos.
DESPEDIDA
Mis huesos jamás alcanzaron la talla de los árboles
mi piel no fue corteza fermentada
ni mis respuestas suficientes para
sembrar una nueva historia.
En la noche compartí el insomnio,
la desnudez,
pero no la inmensidad.
El viento camina por entre las ramas
silbando una canción plateada,
siempre más filosa que la ausencia.
A la vuelta del sol
seré imprescindible carroña,
desheredado de la forma
la tierra comenzará a tejerme
un vestido nuevo con hilos de gusanos,
el marrón crujirá desde el olvido
reclamando mis crepúsculos,
los botones de las flores recién seducidas
abrocharán mi nueva apariencia.
Seré el mismo vestido de otro
quedando deshabitado y triste
al paso inevitable de las sombras.
El tiempo es un traje prestado
que siempre
nos excede.
ENTRE NOS
Soy el mismo y el otro,
la vida y la esencia ―suspendida al vacío― en una misma
exhalación,
el que me contiene
y el contenido
batiéndonos simultáneamente,
llaga a llaga,
frente a la muerte.
Apretados los labios contra la delgada línea del silencio,
cada palabra es una gloriosa huida
que busca un pedazo de tierra para exiliarse.
Atrapado y dividido,
soy la misma roca,
fragmento que orbita tiernamente
alrededor de los ojos.
Cada espejo impregna su metálico y sordo fantasma
en las profundas cavidades del nuevo siglo.
Allí los niños ignoran el asombro blanco de las leyendas.
Emerge desde mi propio e inconfesable fondo
el fruncido gesto mineral del asesino,
su boca luctuosa,
su mirada carnívora
devorándose y devorándome.
En cada párpado
hay una jubilosa margen
que lo detiene.
Soy un hombre que no tolera
encontrarse consigo mismo.
OCIO
Un día vendrán todos aquellos que me amaron
para decir: no nos reconocemos en tus gestos.
Héctor Rojas Herazo
Metálicos instantes,
frágiles silencios al borde del abismo
―una curva es camino, el mismo polvo siempre―
Líquidos minutos que deambulan
entre el bostezo y la herrumbre de la sangre.
―Versos que sobreviven su propio llanto!―
Afiladas horas
que transcurren inciertas y mansas.
Una ruleta gira, y su torbellino en el mar se evapora,
el aire nos hincha, levitamos.
―Peces nadando a contracorriente, hacia el delirio,
Siendo… nada más.―
Prófugos de nosotros mismos
el tiempo pierde su esencia plateada.
Viene el sueño
y la podre que hormiguea desde los talones,
el élitro de los grillos,
el olor de los árboles rancios también.
Viene a tientas el eco de mi madre,
estalla sobre ese caserío deshabitado que es mi nombre
dice que no juegue con fuego
porque un pirómano inauguró el sol
al cuarto día.
Viene mi padre, mirada en ocaso,
sonríe desde el contorno de su nostalgia,
su universo es un lienzo de cristal
en la vastedad de la infancia.
Viene él,
a recordarme que la luna es más grande que el sol
y brilla más porque la inmensidad
es una cuestión de perspectiva
y el fulgor, una de espíritu y en tanto
menos perecedera la última.
Regresa en esas inciertas horas
todo lo que hemos amado,
el hogar del desencanto,
el árbol de guayaba y el cerezo,
las carcajadas infantiles en cascadas.
Todo lo que amamos y nos define.
En estas horas,
después del suave balbuceo de los recuerdos,
cuando la vida es un minuto frágil que pasa por los ojos,
no queda más que resistir esa condena,
…esa fisura
…esa sombra
inquebrantable,
entre la existencia y la alucinación.
SUBTERRANEO POETA
Anhelo una esperanza cosida en cada poro,
una duda cualquiera que emigre
hasta las orillas de la poesía,
una mano extranjera
que pronostique un futuro incierto
y talle entre el polvo de los caminos
mi nombre.
Anhelo creer que puedo creer,
que todavía me cabe
un poco de suerte
en los bolsillos,
que no necesito intermediarios
para dejar mis vertientes imprecisas a la deriva,
endurecidas en un papel impoluto
o en una letra de cambio.
Anhelo que esta tarde
nada pueda salvarme del hambre que siempre
me vigila
porque si hay algo triste
en el mundo de las utopías
es un poeta satisfecho.
Hernán Mallama Roux
No hubo tiempo para la inmortalidad
2017
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