top of page
Foto del escritoranclaediciones

Hernán Mallama Roux

Actualizado: 14 sept 2020



Nació en Roldanillo Valle. Licenciado en Español y Comunicación Audiovisual de la Universidad Tecnológica de Pereira. Educador hace 29 años dedicado a la investigación educativa. Ganador del Concurso Departamental de Poesía: Sindicato de Educadores de Risaralda en 2000 y 2013. Ha publicado los libros “Hoguera en Eclipsiris” en coautoría con Luis Enrique Tabares (1999); “Éxtasis Poesía al desamor” (2003). Y el Libro–Arte: “Enfisemas. Poemas para sobrevivir despacio”. Edición exclusiva para Estados Unidos en 2013. Coautor del libro de cuentos “Sueños Móviles” publicado por el Ministerio de Cultura y La Compañía Creativa “Trazasueños”; y en 2017 el poemario “No hubo tiempo para la inmortalidad” Colección Poetas Colombianos Siglo XXI Editorial “CazadeLibros”. En 2019 la misma editorial publica “AULA12, Reflexiones sobre la investigación en el aula”. Ha sido invitado a diversos encuentros literarios en el país e incluido en varias antologías poéticas. Recibió el reconocimiento del Instituto de Cultura de Pereira por sus aportes literarios a la ciudad en 2009 y del Ministerio de Educación Nacional en 2015 por su proyecto “AULA12. Una escuela feliz para la Paz y la Libertad”. Desde 2015 a la fecha, ha recibido diversos reconocimientos de la Secretaría de Educación Municipal por sus aportes a la educación y a la cultura pereirana.



PASAJERO DE SÍ MISMO

Y llegarás a conocer el mundo

pálido y borroso como lo dibujó tu padre,

los días se quemarán a la sombra de los árboles

y se anegará de silencios

la sonrisa de los columpios en ruinas.

Cada quien deambulará su propia nostalgia

en las avenidas del odio.

El tiempo será vértigo y náusea,

y valdrá un centavo

saber que existes,

que aún escuchas a los Beatles,

o que copulas juiciosamente

cada martes.

La salvación será una semilla estéril

para sembrarla en las cavidades del sacrificio.

Tu abuelo te lo confesó aquella tarde

cuando te heredó un libro.

(Tu primer viaje,

el único,

hacia el paraíso)

Ahora te despides

desde el jardín del exilio

y vuelves la espalda para marcharte

sin ver florecer los remordimientos.


DESPEDIDA


Mis huesos jamás alcanzaron la talla de los árboles

mi piel no fue corteza fermentada

ni mis respuestas suficientes para

sembrar una nueva historia.


En la noche compartí el insomnio,

la desnudez,

pero no la inmensidad.


El viento camina por entre las ramas

silbando una canción plateada,

siempre más filosa que la ausencia.


A la vuelta del sol

seré imprescindible carroña,

desheredado de la forma

la tierra comenzará a tejerme

un vestido nuevo con hilos de gusanos,

el marrón crujirá desde el olvido

reclamando mis crepúsculos,

los botones de las flores recién seducidas

abrocharán mi nueva apariencia.


Seré el mismo vestido de otro

quedando deshabitado y triste

al paso inevitable de las sombras.


El tiempo es un traje prestado

que siempre

nos excede.




ENTRE NOS


Soy el mismo y el otro,

la vida y la esencia ―suspendida al vacío― en una misma

exhalación,

el que me contiene

y el contenido

batiéndonos simultáneamente,

llaga a llaga,

frente a la muerte.

Apretados los labios contra la delgada línea del silencio,

cada palabra es una gloriosa huida

que busca un pedazo de tierra para exiliarse.


Atrapado y dividido,

soy la misma roca,

fragmento que orbita tiernamente

alrededor de los ojos.

Cada espejo impregna su metálico y sordo fantasma

en las profundas cavidades del nuevo siglo.

Allí los niños ignoran el asombro blanco de las leyendas.


Emerge desde mi propio e inconfesable fondo

el fruncido gesto mineral del asesino,

su boca luctuosa,

su mirada carnívora

devorándose y devorándome.

En cada párpado

hay una jubilosa margen

que lo detiene.


Soy un hombre que no tolera

encontrarse consigo mismo.



OCIO


Un día vendrán todos aquellos que me amaron

para decir: no nos reconocemos en tus gestos.

Héctor Rojas Herazo


Metálicos instantes,

frágiles silencios al borde del abismo

―una curva es camino, el mismo polvo siempre―

Líquidos minutos que deambulan

entre el bostezo y la herrumbre de la sangre.

―Versos que sobreviven su propio llanto!―

Afiladas horas

que transcurren inciertas y mansas.


Una ruleta gira, y su torbellino en el mar se evapora,

el aire nos hincha, levitamos.

―Peces nadando a contracorriente, hacia el delirio,

Siendo… nada más.―


Prófugos de nosotros mismos

el tiempo pierde su esencia plateada.


Viene el sueño

y la podre que hormiguea desde los talones,

el élitro de los grillos,

el olor de los árboles rancios también.


Viene a tientas el eco de mi madre,

estalla sobre ese caserío deshabitado que es mi nombre

dice que no juegue con fuego

porque un pirómano inauguró el sol

al cuarto día.


Viene mi padre, mirada en ocaso,

sonríe desde el contorno de su nostalgia,

su universo es un lienzo de cristal

en la vastedad de la infancia.

Viene él,

a recordarme que la luna es más grande que el sol

y brilla más porque la inmensidad

es una cuestión de perspectiva

y el fulgor, una de espíritu y en tanto

menos perecedera la última.


Regresa en esas inciertas horas

todo lo que hemos amado,

el hogar del desencanto,

el árbol de guayaba y el cerezo,

las carcajadas infantiles en cascadas.

Todo lo que amamos y nos define.


En estas horas,

después del suave balbuceo de los recuerdos,

cuando la vida es un minuto frágil que pasa por los ojos,

no queda más que resistir esa condena,

…esa fisura

…esa sombra

inquebrantable,

entre la existencia y la alucinación.





SUBTERRANEO POETA



Anhelo una esperanza cosida en cada poro,

una duda cualquiera que emigre

hasta las orillas de la poesía,

una mano extranjera

que pronostique un futuro incierto

y talle entre el polvo de los caminos

mi nombre.


Anhelo creer que puedo creer,

que todavía me cabe

un poco de suerte

en los bolsillos,

que no necesito intermediarios

para dejar mis vertientes imprecisas a la deriva,

endurecidas en un papel impoluto

o en una letra de cambio.



Anhelo que esta tarde

nada pueda salvarme del hambre que siempre

me vigila

porque si hay algo triste

en el mundo de las utopías

es un poeta satisfecho.




Hernán Mallama Roux

No hubo tiempo para la inmortalidad

2017

42 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo

Comments


bottom of page