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Janett Sánchez López



Ciudad de México. M. en A. por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Ing. Industrial de la Universidad Autónoma Metropolitana, egresada del Diplomado en Creación Literaria de la Sociedad General de Escritores de México (S.O.G.E.M.), Publicada en Colombia “Poesía Reunida,”2019 “Crisis de Ausencia” 2019, ganadora de la Beca “Creadores con trayectoria” otorgada por el H. Ayuntamiento de Toluca, Publicación “Espiral de Tinteros”, “Paso de nieve”,2015 Óyeme con los ojos” antología femenina, ganadora de la beca FOCAEM en grupo, publica su poemario “Preludio de Clausura”, ha participado en eventos y ferias de libro internacionales “Seis a las nueve” del taller alternativo de poesía.



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Las ciudades nos nacen en los ojos

en los pasos, en las manos

debajo del ombligo, en los oídos.


Son palomas que en cúpulas son libres,

esclavas de migajas de transeúntes


Son un trozo de azúcar con saliva,

amores prisioneros en su jaula.


Las ciudades son alas de soles taciturnos;

el agrio sabor de los despechos,

la cuna de los hijos,

un temple al esqueleto


Son grito ahogado,

primor y podredumbre

contrastes de los otros,



Son rutinas, aversiones,

lo que ignoras y lo que conoces,


Espacio que crece, se transforma

en postales de imágenes obscuras

en pétalos que cubre nuestra tumba.


Escucha sus ronquidos,

Percibe el denso humo de su aroma.


¿Dónde está el cielo si no es en nuestro cielo?

¿dónde sus probidades?

¿dónde sus amarguras?


Al final es solo un sitio que inventamos;

Un cerco, un monstruo que nos traga,

una ilusión que no da triunfo,

una cueva, un paraíso,

una tierra que arraiga

nos ancla o nos protege,

nos deja libres

o nos muere.




II


Va el aliento vacilante en estas letras,

voz de mujer que se estremece

al ánimo desnudo en la garganta.


Descubro al hombre laberinto

que encierra mis pensares y me atrapa.


Camino el lago de su piel y sus creencias

su espalda me cautiva

– para tocarla – lo rodeo como ramaje

y mis senos se aprisionan con vehemencia

quisieran traspasar hasta sus huesos.


Las manos como aves sin aliento

transitan a ras de mis pulmones.


Un dedo de poeta escribe versos,

apenas una frase en el delirio.


No hay más en el silencio

sólo el grito,

destello de mi voz que se derrumba,

corre hacia adentro,

es lava que escurre en las entrañas

y forja el estallido de mis versos.




III


Nacemos peregrinos.

Es el ir y venir herencia de ancianos sueños.

Deseo que nace en la línea horizonte,

el cambio en las estrellas,

el curso de la luna,

o el sonido del caracol.


Los caminos llaman.

La tierra empata su latir al nuestro,

se funden los pies a ella.


Amantes ciegos

palpamos su tibieza.


Recorrer su intimidad,

abre los ojos, la conciencia.


Se percibe el día

en que el sendero tendrá una grieta,

seremos expulsados.


Sabremos que nacer duele.




IV


Echar raíces significa;

quedarse en un lugar, establecerse

olvidar las locuras, los viajes,

hacer rutina en tronco fuerte,

cobijar retoños, afianzarse,

resistir los cambios,

y esperar que el tiempo

cubra los ramajes, renacer.


Y que he de hacer

si el viento me levanta a los tejados.


Sin ser hoja, ni viento,

ni ave, ni árbol.


Si amo el mar y los viajes,

me enamoro del sol y lo busco

a cada paso,

si las hiedras no me atan

y mis brazos no cobijan


Cierro los ojos

y espero que el tiempo me levante.



V


¿Qué importa el lugar, la fecha, el siglo, si todo inicia en un paraíso?

¿Acaso no recuerdas las alas del coqueto en ojos y manos?

¿La primer caricia, el beso en la antesala de tus dudas?


Descubrir piel a pausas, cimbrarse,

temblor perpetuo que derrumba murallas.


Hay un él y ella descubriéndose,

se entreteje el palpitar al encuentro de ojos,

sólo existe algarabía y luna casi plena,

ceguera de resplandores,

silencios para escuchar el corazón en sobresaltos.


Se hace y rehace el futuro, la mirada se levanta y el sol,

borroso, distorsionado, nunca será más luminoso

que la cercanía del amante.


Momentos construidos al tacto,

recorrer pliegues a toques de saliva.


Así llega la dicha, con su carga de locura y sueño,

apabullando costumbres y convicciones.


¿Dónde está la lógica, los consejos de abuelas, madres, amigas?

¿Son acaso mentiras para amarrar deseos?

¿Qué saben ellas de este paraíso

creado por dos ciegos inventando la luz?



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