Rio Piedras, Puerto Rico, 1981. Padre por vocación y poeta por hermoso accidente de la vida. Co-fundador de la convocatoria artística y poética Poetas en Marcha. Ha publicado los poemarios Bajo la sombra de las palabras (2011), Tatuajes; del amor a la piel (2013), La brújula de los pájaros (2016) y A vuelo de pájaro [breve antología] (2016.
Me duele ésta ciudad sombría
el silencio de cuerpos derrumbados
familias tristes
pálida inercia de ojos grises
por la sangre derramada…
Aquí hay un niño que llora su suerte
y los quejidos ya son ecos que se oyen a lo lejos
a lo lejos… en un zafacón.
Allí durmió esperando…
Me duele la inocencia robada
por juegos que se pierden
dentro de la perversidad.
La ciudad:
gigantesca masa de piedra
que se hunde en las venas
que se traga la vida
que se nos quiebra en las manos.
La muerte es fiesta de sicarios
dedos sin freno en gatillo
balas que rompen aire
sin conocer dirección.
Aquí vivo, en estas calles podridas
atestadas de cadáveres anónimos
niños huérfanos
madres atribuladas
y mujeres que…
(tras la caricia de un puño)
…agonizan.
Aquí vivo… Adriana...
queriendo defenderte.
LA MUERTE DE LOS PÁJAROS
Sucede que la libertad es jaula, Adriana,
tras barrotes opresivos
el hombre ahoga el canto de los pájaros
con mano odiosa que del pecho le nace.
Porque no hay bandera más grande que la vida
que pueda arropar la muerte de los pájaros;
caen en pleno vuelo
con ojitos abiertos de miedo
con oraciones incompletas en plumas
para un dios que se ha ido a dormir
luego de jugar a la guerra
pues las costras de sangre en sus uñas
lo delatan.
Duele ver morir a los pájaros
en las tardes
cuando no tiene más hojas que llorar
el árbol que los espera
solo silencio queda en sus ramas.
HIJOS NUESTROS:
que duermen en la tierra, levanten su voz ante la injusticia; echen mano de la ilusión para ser felices; pues nada existe más santificado que la inocencia; háganse fieles a su voluntad y no a la de terceros. Den al desvalido el pan y la compasión de cada día y no la humillación propia del “no es como nosotros”; nunca ofendan su dignidad ni rueguen perdón a quienes los ofenden; si cayeran en tentación, levántense porque de ustedes será la experiencia vivida; sean libres… aprendan del bien o el mal y Amen sobre todos los dolores, Amen…
PROMESAS INCUMPLIDAS
Me prometieron una ciudad virgen
limpia de lágrimas y dolor.
Una ciudad por donde transitaba el unicornio de Silvio
dejando magia en cada flor…
Aseguraban que la sombra triste no empañaría mi luz
que todo sería canciones, dulces y duendes, leche y miel.
Es decir, que la soledad ni el hambre
trazarían rutas hacia mi felicidad
dejándome silencioso y sediento
Me anunciaron un dios
que me protegería del acecho fantasmal
“el te librará del abandono que deja sufrimientos”
y dijeron… dijeron… …y dijeron
que siempre estaría conmigo
pero aún espero sus milagros
Hoy ante el secuestro del terror
y el grito filoso de la rabia
bajo este frío que destaja el manto débil de su protección
pregunto por su mano mientras recibo un golpe odioso en mis alas…
Y prometieron una tierra fértil de abrazos
en la mirada transparente de los pájaros
pero me dejaron sombrío en este cuarto
con la única caricia que conozco
la del látigo… la del látigo…
Me siento a la mesa y cuando muerdo el pan una niña de Cité Soleil se asoma por mis ojos a convidarme de su hambre. Entonces ya no me sabe igual la masa porque decir Haití, Palestina o África es nombrar el pan ausente. Y se agolpan en mis pupilas soldaditos del Congo que canjearon libreta y lápiz por rifles cuando una mañana despertó la guerra ladrona de zapatos y sueños.
La vida es tan minúscula como el hombre… allá en Beit-Hanoun cuando un padre entierra a su hijo que no pudo decir: “¡Papá!”
O a distancia en las favelas de Rocinha donde terminan monocromáticos los crayones por el brillo abrasivo de la droga como sucede en un barrio cualquiera de Loíza donde muere otro joven que apostó su vida a la fantasía de marcas y dinero fácil; fantaseadas en consolas de juegos y los minutos fílmicos de mortal kombat…
cerrados quedaron los libros de historia en su bulto escolar.
Es que aún nuestros ojos domesticados miran hacia Disney con gríngolas al entorno global. cuando aquí palidecen escuelas como estorbos de progreso hay un niño en Sudán juegando a ser doctor en pleno campo de batalla…
Hoy, sentado a la mesa
he visto el mundo en tus ojos, Adriana...
Se ha servido la mesa frente al hastío. Pero nos han quitado el pan de la boca para servirnos piedras y vinagre. Nos han dejado un puñado de clavos para colgar la esperanza bulímica que nos han desmoralizado.
Sentir hambre será un lujo que lamentaremos. La educación pasará a ser triste utopía porque no supimos defender su futuro. Y pagaremos por el aire por andar las calles que una vez fueron libres mientras ellos se calientan los pies en noches que cobraremos frío.
El tiempo se nos detendrá ante las pupilas dilatadas sufrirán nuestros hijos esta era de oscurantismo porque preferimos sentarnos a esperar un héroe
que se suicidó ante el tedio de un país conformista.
Siento vergüenza cuando sueñan los niños y es que no sé cómo decirles que no habrá país para sus hijos,
que no supe tirarme a la calle y sudar la patria
para que su escuela no fuera otro estorbo público.
Cierro el puño y levanto una plegaria mientras mastico piedras que serviré a mi hija para que no sufra dolor de romperse los dientes por el hambre que impulsa mis lágrimas.
POEMA PARA UNA NIÑA QUE NADA...
Allá va, desde su cuna de esperanza cruzando las fronteras de la miseria cabalgando pájaros de ensueños.
Con la piel hecha de frutas y hambre de sonrisas que crecen de su boca para los refugiados de la inercia.
¿"Y mamá dónde está, en qué apuesta dejó el futuro que se me escapó dejándome a la deriva en este lienzo azul"?
Pensará...
Yo no la vi pero la observo desde esta ventana de indiferencia como me sonríe sin voltear a verme
y todo porque los peces le han robado la felicidad y todo porque huía de la tierra que la parió y todo porque el mar se tragó su alegría.
Allá va, levitando con su vestido de flor para la fiesta de los mercaderes de la vida que le ofrecieron dulces y le dieron sal mediterránea.
Son los prófugos del hastío los que no conocen el pan pero dejan la vida flotando por tan sólo un pedazo.
"Me gustaría poder borrar
todas las cicatrices que la estupidez humana
deja en el alma de cualquier niño." Ramón Sampedro
¿Cuántos tiemblan de frío y hambre a esta hora en la que duermes? Si pudiera acogería cada uno, limpiaría sus caritas curtidas de miedo, amasaría el pan con el que pueda hacerles sentir pájaros en sus estómagos llenos de polvo y sed. Pondría barricadas de flores frente a sus escuelas para que ninguna bomba pueda identificar sus ubicaciones de paz para que ningún hombre pueda cerrarla. ¿Cuántos zapatos huérfanos cuántos parques desprovistos cuantas cometas a la deriva cuántos libros olvidados cuantas sonrisas enmudecidas cuantas canciones fragmentadas por la insuficiencia humana? Ahora que duermes y desconoces lo agrio de la vida hay un niño jugando al esconder sin reírse porque esa risa podría delatar su lugar y es preferible aguantar la respiración que pasen los perros e intentar sobrevivir otro segundo más. A esta hora Adriana hay otro padre que abraza a su hija como queriendo guardarla en su pecho por que la guerra ha vuelto a hurtar otra infancia.
Hoy no podré jugar al policía en las calles de Cebú. Mamá dice que la espere acá fuera mientras se quiebra la espalda para darme el pan. A esta hora mis compañeros estarían durmiendo o escuchando alguna leyenda antigua inventada para irnos a la cama temprano. A mí me ha tocado madurar con la noche aprender matemáticas sumando y restando hambre y sueños. Conocer la historia a la vez que me trago el hollín de los autos que me enseñan la ciencia de la contaminación con su monóxido de carbono. En esta provincia mamá llora el espacio vacío que dejó papá mis hermanos se divierten con adivinanzas preguntando si volverá desde la otra vida. Mientras, yo tengo que saber conjugar verbos memorizarme los números pares e impares si es que quiero ser médico o maestro. Hace frío esta noche y mis pies descalzos ya no pueden tolerar una caminata más. Me duele la vida, ¿pero a mis nueve años qué podré saber de dolores futuros? Yo sabré curar a mi mamá de su tristeza y les pondré el pan a mis hermanos en sus alegres bocas pero primero debo terminar mi tarea volver mañana a mi escuela y disfrazar este pesado bulto de melancolía en un liviano viaje de pájaro libre. Me llamo Daniel Cabrera y curso el tercer grado pero entiende que pude haberme llamado Adriana, y, ser tu hija.
Jamás se sabe la hora de la propia muerte. Y mientras
miro la vida a través de un monitor veo corazones pequeños baleados echando mariposas al viento sobre una franja.
Jamás la vida podrá doler tanto como llanto de una madre viuda
por sus hijos.
Y del otro lado nos queda…
Defender ojos inocentes, aunar todos los versos por el niño huérfano que llora también al juguete herido
tras el derrumbe
en una noche de fuego y sombras.
¿Para qué me sirve ser poeta Adriana cuando la muerte de un palestino
no se mide igual? Cuando la parca toma la mano de una familia y los secuestra con sus estómagos llenos de miedo.
Y el hambre por la vida se queda en ruinas
Tras los escombros en este hueco
los veo llorando
sus últimas esperanzas cuando ya no tenemos justicia.
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