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Omar del Valle Astudillo González

Trabajador Social egresado de la Universidad de Concepción, Poeta y Gestor Cultural. En 1991 publica “Naufragios” y “Noche Adentro”, Ediciones Letra Nueva, Concepción. En 1999 Publica “Hacia Allá Hacia el Origen”, Ediciones Domingo Gómez Rojas del Taller de Análisis Sindical y Social de Concepción y en el año 2003 publica el libro “Sumersiones”, Ediciones Dessidia, Concepción, Chile.

Ha participado en diversos proyectos de trabajo social y cultural y forma parte de la Corporación “Nueva Acción Comunitaria” y de la “Red de Cultura Viva Comunitaria Chile”, promoviendo junto a profesionales de diversas áreas, la defensa de los derechos humanos, el rescate de la memoria histórica, el diálogo intercultural y la inclusión y participación de las personas en procesos de creación y gestión social y cultural.

En el año 2020 Ediciones “Al Aire Libro” de Tomé, Chile, publica “Del Desvelo”.

Durante los años 2018 al 2020 realiza talleres de literatura y acción comunitaria además de presentaciones de su obra en diversas localidades de Argentina, Colombia, México y Perú.

DEFENSA ANTE LOS EXEGETAS

PESE A MI Apostasía

ante el despeñadero siento

que mi poesía

pese a tanta peste goza

de buena salud.

Libre de hermeneutas y exegetas

los que como galenos desbandados

sumérgense en la hondura de los signos

e infieren teorías y más teorías

sobre el origen del mal que ésta

mirada rige…

Siento que, aunque permanezca lejos

de los facultativos

con sus sueros, anestesia y vendas.

Aunque

por los siglos de los siglos de los

siglos, permanezca asido

a este respirador artificial.

Aunque me desconecten

No importa

pues

mi poesía

goza

de buena

salud.


COMO UN ÍCARO MAS

SIENDO UNA Y Todas las mujeres

Esta, la que estoicamente me acompaña

desde su nacimiento

hasta mi estertor.

Esta

que con su letra en llamas,

arrojada al torrente de mis ansias profundas

escribe Ternura e Infinito

Abismo y Cicatriz

Tormenta y Ansiedad.

Esta, ante la cual,

como todo un hombre y todo un recién

nacido

sangro y planeo el adéfago universo

porque todo es altura y efusión sanguínea

bullendo a toda prisa al interior de tal

vertiginosa carne extenuando mis noches.

Esta

que ha procurado sanar el carcinoma

de mi intolerancia con su más

fulmíneo beso

y en su avidez me ha alzado

hasta el Olimpo ardiente

para mostrarme el cielo

que entre pecho y piernas se desborda.

Y luego del cenit alcanzado.

Con la hoguera todavía a cuestas

me ha hecho caer Desnudo,

Vencido

Como

un Ícaro más.

LOS ESCARBADORES



CON NUESTRAS OBSESIONES Todavía humeantes

y un ardor acrecentado por el viento

nos hicimos a la idea de ser catalogados

como los ESCARBADORES.


La imposibilidad de un lenguaje preciso

Nos atormentaba.

Los devenires de todo el abismo ensanchando

sus límites

Nos atormentaba.

Los días y noches apresados

en la cárcel de amor no correspondido

nos atormentaba.


El derrumbe de los Mitos

y la irrupción de nuevos Paradigmas

igualmente

nos atormentaba.


La memoria

era el ejercicio común

lejos de toda presión y todo trueno.


A toda pulsación, con el incendio adentro,

fuimos astros delirantes

empapados de nostalgia y bruma.



El peligro estuvo

en ser husmeadores en zonas ascendentes,

En territorios íntimos,

En espacios convulsos

lanzados a lo obscuro de los vórtices y vértices

entre un siglo y otro.


El caso

es que teníamos que permanecer parados

aunque todo se siguiese derrumbando.

Debíamos seguir

el curso de las trepidaciones

hasta

alcanzar la entraña misma

del desolladero.


Nuestra proclama

fue cumplir con furor ante el oficio.

Resistir hasta el hastío.

Mantener los sentidos en la cúspide e

impulsivamente dejarnos

arrastrar hasta más no poder

con las palabras idas

a guardar reposo

en la morada sabia del silencio.


Nos veíamos a toda hora asidos al consumo

de un nutriente hecho

a base de Ambrosía.


Nos veíamos

a toda hora condenados al lenguaje.

A esta extraña forma

de alimentación.

LOS CLÁSICOS

A todos los echados

al desangradero.

LOS QUE CON HORROR O SIN Horror

miraron a sus pares

con los ojos vueltos hacia adentro.

Los que presurosos trasuntaron el rito

de bramar obnubilados extendiendo desde

el lodazal sus aleteantes miembros

hasta rasguñar la carne de las cumbres.

Los Ansiosos y Precipitados

ante el caos profundo

quienes mordisquearon el cielo hasta

sentir la inmensa indigestión de espíritu

y vomitaron su expurgada esencia

ahogados de Belleza,

Rabia, Amor y Lucidez.

Los que viéronse con el cerebro pútrido

y agusanado frente a su ovalado

espejo antes de hacerlo trizas, luego de

gritar Eureka por las calles del

desangradero, siendo como es natural

incomprendidos, encontrando como Esenin

en los ojos de Nadie refugio.

Los que mostraron su desnudez más desnuda

y echáronse como Diógenes en pena

a buscar y buscar ígneos en todas las latitudes,

y expuestos en el Ostrakón de otros milenios

viéronse al mismo desamparo condenados.

Los que, exaltando un mayor alumbramiento,

por todo lo que va de las cavernas a las

galaxias todas, sacrificaron su diestra y su siniestra

en cualquier Lepanto, y Mayéutica, Borgeana y

Amautamente indagaron en la herida

y estremeciéronse al estrechar en sus cavilaciones

El hilo de Ariadna.

Los que asidos a la gran filosofía de las cosas

bregaron, y más y más bregaron

según la señalización del ciego primigenio

o del Milton otro, e inflamados llegaron

hasta el límite del límite de todas las

rompientes conocidas, por el viejo afán de asirse sentada

la belleza en sus rodillas

para luego marcharse

después de vertido todo el flujo al estallar sus venas.

Los que como un Artaud insomne y turbulento

o un Hölderlin desquiciado y dulce en su Archipiélago,

vibraron con su Tolstoy, su Gabito,

su Roberto Arlt o su Belmar.

Los que con Melancólica Nostalgia

como torbellinos fatigados se despidieron de toda Revolución,

y rodaron, y más y más rodaron con sus armas del bien

y la venganza a cuestas, desfiladero abajo de otros descubrimientos

igual de inevitablemente condenados

a ser pájaros augurantes.

A todos ellos

los que sujetos a su propio polvo

desde el vagido al Gemido,

al Aullido o al Zumbido, elocuentes de tempestad.

Los que donde hubo de haber escansiamiento

bebieron y amaron hasta el Paroxismo

y desfallecieron con su Nietzsche y con su Malcom Lowry

Bajo su Volcán.

A todos ellos

los que en el remanso

de sus propios Dantescos,

esperan y han de seguir esperando,

como niños indóciles

cada cual a su Godot.

*Los poemas: “Defensa ante los Exégetas”, “Como un Icaro más”, “Los Escarbadores” y “Los Clásicos forman parte del libro “Sumersiones” publicado por Ediciones Dessidia en Concepción, Chile el año 2003.

MI PADRE

Mi padre. Que de muy pequeño en su grandeza le había

ganado su primera partida a los juegos y azares de la muerte

fue amigo secreto de Jorge Teillier.

Y anduvo de joven, al igual que el lárico poeta, embriagándose en

bares como el “Candado”, “La Mancha del Barro”, “El Falucho”

“La Camencho”, “Bastías” y “La Agüela”

hasta amanecer.

Con los zapatos viejos y su pantalón zurcido en la memoria.

En un intento desesperado para no perder el equilibrio y

evitar caer cerro abajo hasta ir a dar de lleno en los caminos

del pedrerío e infortunio. Con encantamiento o sin luminiscencia, igualmente corrió a toda prisa detrás de las palabras por si es que

las alcanzaba y así le fuera posible ensanchar su asombro

e imaginación. Como el pan de la Resistencia que en aquellos años y hasta entrada

la noche todo el pueblo pisoteado abrazó y mantuvo a buen resguardo

y en silencio. Abruptamente sintió endurecerse la mirada quedando, para bien o mal

del mundo y su memoria, con la firme consistencia de un Guayacán

que pese a las inclemencias de la deforestación y la sequía igualmente

retoña.

A veces, se quedaba en silencio y en penumbras con la vista perdida

como pensando en el abismo de la porción de humanidad en que

le tocó vivir.

Trasnochaba harto y dormía poco releyendo noticias de diarios antiguos

y escuchando en la radio AM nostálgicas canciones de un tiempo que

pese a los designios de la posmodernidad perduran aún.

Se lanzaba al agua gélida antes que amaneciera, sin importar

el riesgo de entumecimiento de todos los sentidos que sostienen vivo el fuego de las cosas amadas pese al descalabro causado por las cotidianas destrucciones.

Tenía el temperamento melancólico y colérico. El semblante oscurecido

y la mirada extraviada de tanto naufragar.

Confieso a los lectores que nunca conversé mucho con él.

Y debido a ello cargo como Atlas éste universo de palabras nunca

Dichas y esta imposibilidad de dar alcance - como dijera Borges –

a la historia de su eternidad.

Sin poder dimensionar o tomar conciencia alguna respecto a cuan

grande o pequeño fue el tamaño de su lucha y su esperanza.

De vez en cuando nos juntamos y permanecemos horas infinitas

el uno frente al otro sin poder hablar.

Un día. Como es normal suceden estas cosas

de tanto andar desvariando de mundo.

Preso de un estado de sopor irrefrenable.

Como nunca enmudeció…

Y sin mediar señales para despedirse subió a la bicicleta

que nunca tuvo, y pedaleo y pedaleo y pedaleo, sin mirar atrás y sin detenerse.

Bajo la tempestad y tronaduras de un cielo colgando de un hilo

antes de venírsenos encima

allá lejos en los pueblos del Sur.

Con el viento en contra se adentró en un mundo, en donde,

los escombros son reutilizados para levantar monumentos

que, aunque la nostalgia apremie

sirvan para perpetuar el país de la memoria. País aquel desde

donde venimos y hacia donde todos vamos

con escarcha en las sienes y yagas en la piel.

Territorios en donde por haber llegado demasiado tarde.

La lejanía del abrazo y las caricias se hacen más inalcanzables

pero no por distante y esquivas imposibles de ser dispensadas.

Era duro el viejo.

Demasiado, a veces

siento yo...

*El poema “Mi Padre” forma parte del libro inédito “La Magnitud de mi Corazón”

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