La poesía como método de escape de la prisión
¿No debería ser también menester de la poesía, llegar hasta los lugares más oscuros en donde solo un poco de su brillo fuera suficiente como para ser antorcha de alma necesitada?
¿Quién se pudiera imaginar que, en medio de una cárcel colmada de hombres abandonados a su suerte por la vida, tal vez por su familia, por el estado y a veces por sí mismos, pudiera florecer entre las grietas de los muros, debajo del bullicio indescifrable de la soledad, la indescriptible luz que es la poesía? ¿en qué cabeza cabría la posibilidad de encontrar belleza en un lugar tan oscuro, tan lleno de maldad?
Sin embargo, y a pesar de los prejuicios, la poesía caprichosamente ha encontrado tierra fértil en dónde crecer y se la ve ascendiendo como enredadera por entre los días rutinarios, en medio de la monotonía de unos pasos que no van hacia ningún lado, insertándose entre los mecanismos del candado tratando de vulnerar su ejército de pestillos, se la ve recorrer los pasillos camuflada dentro de los morrales lleno de sueños, de pequeños tesoros diarios como la última esquirla de crema dental, uno o dos recuerdos felices a qué aferrarse o una camándula cansada de tanto dar vueltas.
Serías ciego o tal vez demasiado insensato si al recorrer los espacios íntimos de la prisión, no vieses la necesidad de tratar de transgredir con la poesía, el círculo implacable de los días en los que seres confinados giran y giran en busca de su anhelado sueño de libertad. Es allí donde nace el taller de escritura creativa “Versidiarios”, un pequeño grupo de hombres que buscan en la poesía, una pequeña luz para llevar como antorcha ante la adversidad, la soledad o el olvido, esa multitud de palabras que componen su cargamento de ilusiones.
Nos reunimos cada ocho días en el santuario que se ha convertido para nosotros la biblioteca del penal, y lo hacemos como alrededor del fuego, en torno a la palabra, y jugamos con ella sin delicadezas, sin prejuicios, sólo con el fin único de que nos haga compañía, nos brinde su calor y tal vez, si fuera posible, se convirtiera en un punto de fuga.
Ahora miro sus rostros y no encuentro el delito, tal vez sean culpables o inocentes, víctimas o victimarios, sin embargo, todos tienen en común el vicio incurable de la poesía que los ha convertido en seres libres, ahora ellos me ven ingresar a su mundo e ignoran mi uniforme, la carga de responsabilidades que llevan mis botas y sólo ven a un hombre capaz de convertir palabras en aves migratorias.
Dragoneante Ancizar Arana Cruz
Penitenciaría de máxima seguridad de palmira
Aún entre barrotes la palabra es libre y libertaria, es ese agujero por donde se fuga el alma a espacios insospechados de luz y esperanza.
Tu vocación de luz! Hace al barro poema!Gran amigo y poeta Ancízar Arana, todo el universo para apapachar tu bella labor de convocarnos en torno a la palabra!