Vive en Palmira, ciudad que lo vio nacer en 1971 y desde entonces le da albergue y cariño. Desde temprana edad ha sido un observador de su entorno y con base en vivencias propias y ajenas, trata de hacer ejercicios literarios sin academia y solo para intentar conectar con esa energía etérica que le permite al ser, alivianarse ante la desbordante densidad que nos arropa. Hombre de familia, Ingeniero Industrial de la Unad, ha transcurrido su vida laboral en el campo del mantenimiento industrial. Ahora, con un poco más de dedicación, entendiendo que el mundo literario es infinito, complejo y maravilloso, se asoma por esta ventana para compartir una esquirla de su mundo.
ENTIERROS
Todos entierran sus muertos, pero al desaparecido no lo pueden enterrar.
No está vivo, no está muerto, un adefesio antinatural.
La esperanza se vuelve un monstruo atravesado en la garganta,
que hace de las noches una infinita mueca
y del día un terrible malestar.
Visiones fantasmales ponen su rostro en muchos rostros
dejando el alma en vilo con cada ilusión fallida.
Y lo buscan, y lo buscan, hasta que los pies hinchados
se revientan de tanto caminar.
En esos días aciagos, la pesadumbre sirve el desayuno,
y se lleva un nombre sin cuerpo a morgues y hospitales,
donde cuerpos sin bautizo
esperan uno que valide su existencia.
Y con un ahogo que se quedó a mitad de camino entre la celebración y el lamentó.
Se vuelve a casa con esa carga, cada vez más pesada.
Los toques en la puerta retumban en el pecho,
al sonar el teléfono se espera la voz ausente
la luz se va convirtiendo en la sombra del que no está vivo, tampoco muerto,
y la esperanza, la maldita esperanza con sutil sadismo,
va asesinando a cuentagotas la vida.
Todos entierran sus muertos, pero al desaparecido no lo pueden enterrar
COSAS QUE GRITAN
Frutas metálicas que caen del cielo y pulverizan el hambre.
Un carro parqueado en la plaza que dispersa la unión.
Una iglesia que inmola sus corderos…
Aves vuelan aturdidas golpeándose unas con otras.
Nubes de humo adelantan la noche
y de muchas bocas en horrendos gestos brota el silencio.
Unos corren ebrios pisando a los que están dormidos;
los dormidos vestidos de escarlata parecen estar incompletos…
Todo da vueltas… me llegan imágenes borrosas de una película de Chaplin
donde corren, gesticulan, pero no se escucha nada,
solo hay un caos dentro de mí y un insoportable silbido.
Desconcertado me tomo la cabeza mientras unos delgados pendientes rojos
van descolgándose por mi cuello,
hasta confundirse con la oscuridad del estruendo adherida a mi cuerpo.
Ahora estoy gritando, pero nadie me escucha.
LOS INSTAURADORES
Lograron instaurar el caos,
y con el puro en los labios
se sentaron a mirar.
Desde sus palcos
les rociaron discordia para avivar sus demonios,
fabricaron noticias para echar pimienta a sus ojos,
y los vieron salir a las calles
invocando muerte y escupiendo odio.
Regalaron balas al vecino y al hermano piedras,
pintaron colmillos
y furia en sus rostros,
convenciéndolos de sus causas opuestas.
Lanzaron hurras a unos y vítores a otros...
Los instauradores se quedaron mirando,
satisfechos por la pronta cosecha,
y esperaron al alba con su traje escarlata,
mientras la división servil,
les preparaba la cena.
DICEN...
Sí mamá, que mi hermano está en el río,
es lo que dicen.
No, no llevó la pantaloneta
y a mí no me invitaron,
quizá porque yo siempre agacho la cabeza.
No, no son amigos, nadie los conoce,
dicen que tienen mirada mortecina y cara nebulosa.
No, dicen que no se veía contento,
que hasta parecía temeroso.
No mamá, no está nadando,
dicen que no bracea ni mueve los pies,
él siempre ha sido terco al opinar
y generalmente va contra la corriente,
pero esta vez la corriente lo arrastra.
No, no creo que llegue temprano,
dicen que no volverá.
Tomate la medicina para la memoria
que ya es hora y acuéstate,
de todas formas
mañana no recordarás,
dicen que nosotros tampoco...
BRINDIS
Quizás debemos dejar de buscar
y sentarnos en la madrugada
a conspirar contra el amanecer.
En el día la TV, apostarle al partido, ir a la iglesia,
danzar las melodías que los regentes tocan en sus flautas encantadas,
hasta que llegue la noche y cerremos los ojos, para seguir durmiendo.
Ver lo perenne en lo inmediato
y lo sublime en lo fugaz.
Seguir medicando al aliviado
y convencer al enfermo de que está bien.
Abrazar la soledad
mientras muchos sueñan un abrazo.
Elegir a los verdugos
que nos dan el puñal disfrazado de rosa
y el arsénico en el estuche de la miel.
Si, quizás sea mejor dejar de buscar
y en este temeroso bar de la nada
levantar nuestras copas y brindar,
por la vida que no es.
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